Se podrá estar de acuerdo o no, pero no cabe duda de que el siguiente pensamiento de Natalia Guinzburg ofrece una visión muy sugestiva de la educación y de cuáles puedan ser nuestras metas como enseñantes. Dados los tiempos timoratos que corren por la crisis económica y por la busca trapacera e insaciable de lo material -aunque sea a costa de ceder cotas de nuestra libertad- este pensamiento se puede calificar, cuando menos, de revolucionario y motivador:
"Deberíamos enseñar a nuestros hijos las grandes virtudes en vez de las pequeñas. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia ante el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y saber"
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